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La llegada más esperada.- Con las manos juntas a la altura del pecho, vestida por una túnica color marfil y envuelta en un manto azul como el cielo. Así fue como la Purísima llegó a Monforte en 1939 transportada por un camión de las destilerías Anís Tenis.

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Por Alba Manuela Cerdán Aracil (Artículo del libro de Fiestas 2019)

Con las manos juntas a la altura del pecho, vestida por una túnica color marfil y envuelta en un manto azul como el cielo. Así fue como la Purísima llegó a Monforte en 1939 transportada por un camión de las destilerías Anís Tenis. Ochenta años después de su llegada a nuestro pueblo, la imagen se desplazaba hasta la localidad valenciana de Ribarroja del Turia para ser restaurada.

Por ello, y con la intención de conmemorar este momento histórico, el día 8 de marzo se celebraron en el pueblo una serie de actos para despedir a la Virgen como se merecía: una misa en su honor y el canto de la salve al final de la ceremonia. Al día siguiente, un volteo de campanas anunciaba su marcha y gran parte de los monfortinos se reunieron en la plaza de la iglesia para despedirla. La Virgen se manipuló correctamente para introducirla en el medio de transporte adecuado a sus dimensiones que la llevaría hasta Valencia y la policía municipal la escoltó hasta la salida del municipio. También, niños y mayores acompañaron a su patrona durante todo el recorrido para despedirla en este día tan especial.

Después de cinco meses de minucioso trabajo, la imagen ya estaba lista para volver a casa y su regreso no iba a ser menos especial.

El 10 de agosto las campanas volvieron a repicar con fuerza para anunciar la llegada de nuestra patrona, incluso en Orito. Todo el pueblo estaba preparado para recibir a su querida Purísima con ilusión. Vecinos, autoridades, asociaciones y miembros de las comparsas esperaban su salida a las puertas del almacén de la familia Sirfran, donde tanto los miembros de la Cofradía de la Purísima como los vecinos que se ofrecieron a ello, prepararon la imagen para el recorrido que realizó por las calles del pueblo hasta su casa, la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves.

Durante este trayecto, la Virgen estuvo acompañada por sus devotos y por la banda musical La Lira, además, los monfortinos engalanaron sus casas con los cubre balcones de la Purísima. Tras finalizar el recorrido, se celebró una misa en su honor en la plaza de la iglesia con el acompañamiento musical de la coral monfortina y después, se transportó la imagen hasta su camarín, que se acondicionó una semana antes de su regreso con el objetivo de garantizar una mejor conservación tanto del espacio como de la talla.

La imagen de la Purísima estaba muy deteriorada por su uso y a causa del paso del tiempo.

Por eso, los miembros de la Cofradía vieron la necesidad de llevar a cabo una labor tan importante como ha sido la de recuperar y restaurar la escultura. Tras solicitar varios presupuestos, tomaron la decisión de encargar este cometido a Aurora Arroyo, una profesional que cuenta con más de dieciocho años de experiencia en el sector de la conservación y restauración de bienes culturales. A lo largo de su trayectoria ha realizado intervenciones en escultura polícroma, pintura mural y caballete, arqueología y arte contemporáneo. Asimismo, lleva a cabo una labor de asesoramiento técnico para mejorar las condiciones de diversas obras de arte y colabora en equipos multidisciplinares de investigación.

De acuerdo con el criterio de la restauradora “la talla presentaba algunas patologías a nivel estructural como suciedad, fisuras o grietas, y sus colores también se encontraban visiblemente deteriorados”. Además, se podían apreciar erosiones y desgastes en las zonas más sobresalientes de la Virgen como la nariz o la boca y se perdieron algunos detalles como por ejemplo la cola de la serpiente o el ala del ángel.

Antes de comenzar con la restauración, Aurora Arroyo llevó a cabo una serie de estudios previos basados en una labor de documentación tanto gráfica como fotográfica y en la realización de analíticas y radiografías que permitieron conocer la estructura interna y el tipo de materiales que se usaron originalmente. Después, procedió a la desinfección de la talla, seguida de una limpieza química que permitió eliminar su suciedad. A continuación, para devolver a la imagen su aspecto original, la restauradora consolidó las grietas y fisuras de las zonas deterioradas, ajustó su policromía, es decir, los tonos con los que la figura estaba decorada, y repuso los volúmenes que se habían estropeado como la base de la peana o la cola de la serpiente.

Para dar el toque final a la u¡imagen de la Purísima, aplicó un barniz protector con el objetivo de garantizar una mejor conservación.

Además, los miembros de la Cofradía consideraron que era necesario restaurar la media luna, que es una de las piezas fundamentales en la iconografía de la imagen y tiene más de 200 años de antigüedad, ya que se encontraba en la talla anterior. En este caso, la labor de restauración se encomendó al orfebre valenciano Perís Siruana, que la limpió, le añadió un refuerzo de plata labrada para protegerla e incorporó una esmeralda natural y rubís y aguamarinas sintéticas. Además, también se encargó de limpiar y lacar la corona que lleva la Virgen, darle un baño de oro blanco a sus estrellas y embellecerla con perlas cultivadas y topacios también sintéticos.

Por otro lado, un material inédito de gran interés que se ha podido recuperar gracias a esta restauración ha sido el color rosado con el que se decoraron las mangas originalmente. Durante la limpieza a la que se sometió la talla, la restauradora pudo apreciar que esta parte de la imagen estaba muy repintada y sus terminaciones aparecían simulando unas ondas de pan de oro falso.

“Me di cuenta de que ese color no era original, entonces hice una cata a punta de bisturí y al rascar aparecía un tono rosáceo”, explica Aurora.

Esta característica tiene un sentido y es que a lo largo del siglo XX los artistas han representado las imágenes de este tipo utilizando tres colores fundamentales: azul, blanco y rosáceo. Estos pigmentos están presentes en nuestra Purísima y también en otras vírgenes de la época como por ejemplo la Inmaculada Concepción de Callosa del Segura. Asimismo, de acuerdo con la simbología del color, el azul alude a lo celestial, el blanco, a la pureza y el rosa hace referencia a lo terrenal.

“Cuando ya teníamos la imagen restaurada y a punto de traerla se pensó que era idóneo mantener su camarín en unas condiciones óptimas tanto de limpieza como de temperatura o de humedad”, comentaba Aurora Arroyo tras finalizar su labor de restauración.

Por eso, y en consenso con los miembros de la Cofradía, se tomó la decisión de adecuar el habitáculo en el que permanece la imagen.

Previamente a este trabajo, se realizaron mediciones y se redactó un informe para demostrar la necesidad acondicionar este espacio, ya que su mejora garantizaría que cuando la talla volviese a su lugar estuviera en unas buenas condiciones y pudiera conservarse mejor.

A diferencia de la Purísima, su camarín no se sometió a un proceso de restauración como tal, sino que se llevó a cabo una limpieza y un mantenimiento del mismo. Esta técnica recibe el nombre de conservación preventiva y consiste en una estrategia basada en una serie de pasos que tienen como objetivo tanto evitar como minimizar el posible deterioro de un bien cultural.

Para realizar este cometido, la restauradora contó con la colaboración de Mª Encarnación Aracil Pertusa, una de las vocales de la propia cofradía.

El camarín consta de una cúpula con plementos y nervios, y un tambor que actualmente presenta tonos salmón pero que a través de una cata, se pudo saber que originalmente era color ocre. Por otro lado, sus paredes están enteladas y posiblemente podría haber alguna decoración mural bajo el tapizado, pero de momento se desconoce. Además, se hicieron una serie de catas en la cúpula que permitieron conocer los colores originales de los plementos: tonos azules violáceos. También se descubrió que los nervios estaban llenos de motivos frutales y realizados in situ, por eso, en palabras de la restauradora “sería una buena idea realizar futuras intervenciones para llevar a cabo una segunda restauración que permitiese recuperar parte del camarín original”.

El habitáculo está lleno de molduras de yeso perimetral que actúan como marco de las pinturas y en la parte inferior aparecen otras molduras, en este caso doradas, a modo de óvolos y hojas de acanto, un rasgo muy característico de los templos del siglo XVIII. En cuanto a su pavimento, está conformado por una cerámica decorada con motivos vegetales y frutales y es uno de los elementos más valiosos y significativos de este espacio.

Para mantener el camarín en unas correctas condiciones y asegurar una mejor conservación, se procedió a la aspiración del pavimento, que se protegió inicialmente con un plástico protector para no dañarlo. También se aspiraron las telas, se rellenaron las grietas y se retocaron puntualmente algunos desperfectos. Todo lo demás se conservó.

Por otro lado, la puerta y la parte interior de las ventanas estaban muy repintadas.

En el caso de las ventanas, no se sabe con exactitud si tienen algún tipo de decoración, y en cuanto a la puerta, lo único que queda original es la parte posterior, que tiene oro fino y está decorada con motivos vegetales en dorado.

Con este resumen del trabajo realizado meses atrás, se llega a la conclusión de que tanto la restauración de la imagen como la limpieza y adecuación del camarín han sido muy importantes, ya que en ambos existía la necesidad de realizar una intervención de este tipo para mejorar su estado y calidad de conservación. De ahora en adelante, es fundamental que en los dos casos se lleve a cabo un mantenimiento anual, realizando exámenes organolépticos y manteniendo el camarín limpio y ventilado para garantizar una mejor preservación.

Además, a través de los estudios realizados mediante lámpara de Wood y radiografías se ha podido comprobar que la imagen de la Purísima, a pesar de estar externamente deteriorada, mantiene un buen estado interno. Del mismo modo, el proceso ha supuesto una oportunidad para poder realizar un estudio exhaustivo de cómo era el camarín en su estado original y se ha sugerido que sería interesante realizar futuras intervenciones para que recuperase su aspecto inicial.

Por último, la restauradora ha descrito el cometido que ha desempeñado durante todo este proceso como “una gran labor que ha fomentado el enriquecimiento cultural de los ciudadanos, un trabajo esencial y de gran esfuerzo que deja a las futuras generaciones la responsabilidad de seguir conservando el patrimonio de todos los monfortinos”.

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